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‘Élite’ tiene que terminar ya por el bien de todos

En 2018 llegaba a nuestras vidas una nueva serie que prometía darnos mierda de la buena en lo que culebrón adolescente se refiere. A nivel personal ‘Pretty Little Liars‘ me había dejado un poco cacahueta y yo necesitaba más, y más, y más… (¡Me había convertido en un monstruo!) ¿El estreno de cosas que combinaran actores jovenzuelos sin talento, dramas de instituto y asesinatos? Tenían mi pase de oro. Pero cinco temporadas más tarde tengo un mensaje para todos vosotros, mis pequeños: ‘Élite’ tiene que terminar ya por el bien de todos.

La creación de Carlos Montero se ha deteriorado tanto como un cartón de leche al sol. ¿Es adictiva? Sí. Pero no en el buen sentido. Es como cuando vas por carretera y te cruzas con un accidente de coche. Bien sabes que es terrible, y está mal hacerlo, pero no puedes quitar el ojo de encima. ¿Qué está fallando en ‘Élite’ para estar al borde de tirar la toalla?

¿Sus protagonistas? Un gran MEH con unas tramas de chiste

Tuvimos que tragarnos la marcha de Danna Paola, Miguel Herrán, Mina El Hammani, Jaime Lorente… Y las dotes interpretativas del elenco, de cara a las siguientes temporadas, no fueron la mejor de las bazas. ¿Esto podría haberlo salvado buenos personajes? Quizás. Nunca lo sabremos dadas las circunstancias.

Una vez visualizada la quinta temporada de la serie solo merece la pena destacar a Rebeca y Cayetana. El resto del reparto pasan sin pena ni gloria por la pantalla sin demasiado que contar. Escenas de sexo metidas con calzador, coqueteos constantes con las drogas, shippeos forzados para mantener al público contento, fiestas con cualquier excusa… ¿Pero escenas que verdaderamente aporten y nos ayuden a conocer a nuestros personajes? Pocas. Esta nueva tanda de capítulos ha sido como ver un ‘Callejeros Viajeros’ en Magaluf.

Señores de Netflix que yo he venido a ver una serie no a que coléis un primer plano del culo perfectamente depilado de Manu Ríos cada dos minutos del metraje.

Por si esto no se hiciese lo suficientemente bola de por sí resulta que seguimos atrapados en el mismo bucle que cinco años atrás. Hay que parar con el recurso de: uyyy ha muerto alguien, flashforwards con miembros ineptos de la policía y soft porn hasta descubrir qué ha pasado en el último capítulo. No estaría mal algo de novedad. Que nuestra única sorpresa no sea ver cómo preferimos ver a Diego Martín interpretando a Carlos, el de Lucía, y no a este señor infumable con traje.

Ni Ariel te hace un blanqueado tan eficaz

Vale, somos conscientes del tipo de serie que estamos viendo pero esa no es razón para dejarlo pasar absolutamente todo y que mientras tanto suenen mil alarmas. En la quinta temporada de ‘Élite‘ nos han sonado todas las alarmas posibles. Y ojo, que no es que nos hayamos vuelto ahora unos puristas de cuidado, es simple y llanamente que hay cosas con las que no está bien pasar por el aro.

En esta ocasión nos hemos comido con patatas a Phillipe Florian (Pol Granch) pasando de ser un depredador sexual a todo un héroe, de cara a los últimos momentos de la temporada. Lo escandaloso de todo esto no es ni de lejos incorporar una violación a la trama sino la manera en la que se enfoca. Hay momentos en los que bien parece que la verdadera víctima de todo este asunto es el propio Phillipe y no Cayetana.

Más concretamente hay una escena en la que el personaje interpretado por Georgina Amorós se siente culpable de señalar al chico como su abusador, le da explicaciones del por qué lo llama depredador sexual y encima, ojo, quiere ayudarle yendo a una terapia conjunta a la orientadora del instituto. Nadie al volante en todo este entramado.

Pero recuerda, esto es ‘Élite’ todo puede ser un poco más bochornoso aún. Cayetana y Isadora (Valentina Zenere) se dan de hostias, no literalmente pero casi, por ver quién se proclama salvadora oficial del principito. Por menos de esto se han condenado a penas de prisión.

Poco parece importar la acusación de Cayetana, y la de otra chica posteriormente, porque en la recta final de la temporada se descubre que el chiquito pudo haber violado a Isadora también, ¡y no lo hizo! ¡Y no solo eso! Sino que va a enfrentar a sus agresores rollo: eh con mi piba ná que os rajo la vida, hunga, hunga, hunga…

Si a esto le sumas el romantizar el consumo de drogas, el apostar por las relaciones altamente tóxicas, la cero sororidad entre las protagonistas… Pues hija, un dolor de chocho, la verdad.

La mente de sus creadores está pichí-pichá

Un par de meses antes del estreno de esta última temporada, Carlos Montero, concedía una entrevista que nos dejaba con el culo del revés al defender su particular visión de los cuerpos en la televisión.

«Yo te diría que los cuerpos de ‘Élite’ no son normativos. Son lo contrario. Son cuerpos a los que aspiramos, ya sea para parecernos a ellos o para acostarnos con ellos. ¿Cuáles son las razones de mostrar estos cuerpos y no los de verdad? Pues los mismos de estar contando una élite española que tampoco existe. Es una estilización, una idealización. Igual que muestro piscinas y casas de ensueño, muestro también cuerpos de ensueño»

Señor Montero, una cosa le voy a decir, yo no sé cuál será su aspiración en la vida pero la mía no es la de pesar treinta kilos y desayunar tostaditas y media raya de coca para ir tirando. Además, con sus buenos huevazos, añade.

«¿Hay gordos sexys? Ya te digo yo que sí que tengo mi público. Pero yo con verme en el espejo ya tengo bastante. ¿Para qué hacerle pasar a los espectadores por el mal trago de verme en la ducha?»

O sea, verte en la ducha no porque está feo pero… ¿Acaso hacernos pasar por cinco temporadas de pleno declive humano está mucho mejor? No sé, yo dejo la duda en el aire y ahora ya cada uno en su casa que responda.

En definitiva, quizás haya llegado la hora de pegarle el cerrojazo a esto de ‘Elite’ antes de que sea demasiado tarde. El desgaste ha ido haciendo mella en la marca y parece no haber vuelta atrás en sus próximas entregas. Carlos Montoro, amore, dale una pensadita, de verdad, que aún estás a tiempo de ahorrarnos el disgusto de sentirnos en la obligación de ver semejante circo por mucho que ahí, dentro de nuestro ser, seamos conscientes de que nada está bien.


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Fran Luna

Cago, odio y me spoileo a partes iguales. Mi animal espiritual es Belén López Vázquez (3°B) y todo lo que sé sobre el amor lo aprendí gracias a Pasión de Gavilanes. Yo por mis series MA-TO.
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