¡Hola! De la llegada masiva de metahumanos a Central City aparece sutilmente la ausencia de ellos. Hoy, el viaje más trepidante es las oscuras aguas de los demonios interiores -o monstruos- de nuestros protagonistas. Por ello, si todavía no has visto ”Monstruos”, te crees uno de ellos o todavía estás estancado en el capítulo anterior; nuestra recomendación es que NO SIGAS LEYENDO ESTO PORQUE CON LOS SPOILERS TE DUELE EL CORAZÓN Y CON BARRY TE DUELEN LOS PIES. 

Esta semana, tenemos 3 líneas de acción muy bien definidas. Habría que felicitar a los guionistas por escribir un capítulo de esta índole: no por ser uno de los mejores ni mucho menos, simplemente por el hecho de que nos permiten conocer mejor a los protagonistas y el por qué de sus acciones. No todo va a ser perseguir el objetivo marcado por Green Arrow. Aquello de ”mente sana, cuerpo sano” se aplica a la salud general de los héroes, porque si no se encuentran en un estado óptimo, ¿quién va a salvar la ciudad?

Un monstruo viene a verme

Después de la sobrecarga de metahumanos que tuvo la ciudad una semana antes, los guionistas han decidido coger vacaciones de estos bichos para cambiarlos por otros. Aprovechando la máquina de hologramas que alquilaron hace poquito para a Snart, la estrategia a seguir es darle trabajo a uno de los dinosaurios de Jurassic World mientras se plantea la siguiente entrega.

El resultado es cuanto menos prometedor, una alimaña del tamaño de un edificio que se dedica a robar la electricidad de la ciudad pero que es tan vago que su ámbito de acción se reduce a 10 manzanas porque las piernas se le cansan. La policía, ni corta ni perezosa, espera a que The Flash actúe y luego, si eso, hacer acto de presencia para vanagloriarse. Por suerte, la puntualidad inglesa y la velocidad del corredor escarlata son suficientes para darse cuenta de que se trata de un holograma -sí, como lo habéis leído- creado por un niño de 12 años al que le hacen bullying en el colegio. El muchacho tiene que ser a) superdotado y b) rico porque si no no hay manera de comprar esta historia.

Lo importante de toda esta trama es la moraleja. Para construir una relación, de cualquier índole, es imprescindible la confianza, ya que sin ella los chacras los tienes un poco desnivelados.

Los fantasmas de Harrison Wells

H.R. intenta hacerse un hueco que los corazones del Team Flash, pero sus predecesores dejaron una huella indudable en la confianza del equipo. Por todos los medios posibles intenta encajar: cafés para todos, bromas –¿quién diría que un Harrison Wells podría tener algo de humor?– y el poder especial de hacerse molesto para Cisco.

Caitlin esta semana está arreglando asuntos personales (hablaremos de ello más tarde) y deja el fuerte en manos de un preparado Cisco y un Wells rey del postureo puro. En resumidas cuentas, después de 45 minutos de agonía esperando una razón concreta, descubrimos qué esconde H.R. En su universo, se decida a escribir novelas de ciencia  de ciencia ficción y romance y es la cabeza visible de S.T.A.R Labs en T-19 pero con la misma idea de ciencia que la mayoría de nosotros: ninguna. Tanto Barry como Cisco desconfían de él durante el transcurso del tiempo, observando que no aporta ideas nuevas, solamente repite las que escucha de otra manera, lo que viene siendo practicar ‘‘el noble arte de hablar sin tener ni pajolera idea’‘ de manual y todos -sí, absolutamente todos- hemos usado alguna vez en nuestra vida.

Los fantasmas de Caitlin Snow

Killer Frost es una realidad. Los poderes de Caitlin se activaron en algún punto del Flashpoint, dado que nos muestra una realidad que la joven intenta evitar: el espíritu de la reina de las nieves la ha poseído y cual Enchantress cada vez tiene menos control sobre su propio ser.

¿La experiencia no les ha enseñado que cuándo no confían en su equipo las cosas tienden a salir mal? Caitlin, querida, si prefieres ir a pedirle ayuda a tu encantadora madre antes que a las personas que tiene alrededor, tiene un problema muy grande. La Doctora Carla Tannhauser es una investigadora especializada en la biomedicina y una de sus últimas investigaciones podría arrojar algo de luz sobre el paradigma de su hija.

La relación entre ellas es, ciertamente, más fría que las manos de Caitlin. Desde la muerte del señor Snow -anda que se comieron la cabeza para relacionar  el apellido y las habiladres de Cait-  ambas se escondieron en un propio dolor y se enfocaron en salir adelante de forma autónoma aunque parecida: el trabajo. La reputación de Carla, la precede; razón de más para que su hija abandonara las faldas de su madre y tratara de labrarse una vida alejada de su influencia.

Tras retomar el contacto al estilo pareja en proceso de divorcio, se ponen manos a la obra con las pruebas. El ayudante de la doctora también acaba involucrado en el asunto, cosa que desde el minuto 1 nos chirría a todos, pero bueno. Los resultados son evidentes: puede convertir cualquier cosa en hielo, incluso un trozo de infierno que le robaron a Hades en la hora del bocata. El adjunto a esta investigación está cansado de que le ninguneen -la sombra de Carla es muy alargada- e intenta chantajear a Caitlin para que se quede ”a la fuerza”. Ella, más que dispuesta a irse antes de la aparición estelar del científico, le da un buen apretón de manos -vamos, que se la congela como quiere- y queda libre. Afortunadamente, su madre entra en escena en ese momento y consigue calmarla, pues Killer Frost había hecho acto de presencia y no había forma de deshacerse de ella.

Los fantasmas de Julian Albert

Julian Albert parece ser la perfecta antítesis de Draco Malfoy. Durante el episodio le vemos pasar por diferentes estadios de odio hacia los metahumanos en especial y hacia Barry en particular. Este, cansado de tener un mal ambiente de trabajo, decide encarar al experto en raritos metas y preguntarle directamente por su problema hacia él. ¿Adivináis cuál es?

Barry, en un intento por no matarle,  se ofrece a ser su sombra y aprender de él a cambio de dejarle, cosa que Julian acepta por a) más espacio para él b) porque su ego se ha inflado. Admitamoslo, a todos nos gusta que nos coman la oreja de vez en cuando. Tras varios intentos -fortuitos esta vez- de team up, el british se acaba sincerando inspirado por la buena acción de The Flash al salvar al niño hacker.

Su historia comienza en una familia adinerada inglesa con títulos que se dedica a ver la vida pasar por el ventanal de su biblioteca, con dinero del año en el que los corsés se pusieron de moda y Shakespeare mandaba a pastar a los prados a su mujer Anne Hathaway. Él, primogénito y promesa los Albert de toda la vida -y probablemente con el nombre de sus tataratataraabuelos- decidió aplicarse aquello de ”sé el cambio que quieres ver en el mundo” por lo que dedicó su vida a la ciencia y le fue bastante bien en Americaland. Su sino se vería modificado por la aparición de los metahumanos, su esencia de conquistador estaba truncada y pasó de ser el cambio a la gran incógnita que deriva la aparición de una nueva especie, lo que viene siendo un ”solo sé que no sé nada”.

Su premisa parte del por qué de los poderes de esta gente, de cuál es la variable para dotarles con estos dones. Como si de Darwin se tratase, cree que estos poderes deberían haberse distribuido mejor ya que 10 de cada 5 metahumanos acaban teniendo problemas. Por suerte para él -y para el alter ego de The Flash- esta perspectiva cambia y adopta el ”bueno, vámonos a por unas pintas de cañas” particular de los británicos.