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Javier, un mal vecino y un mal todo

Marge Simpson solía decir “mi madre decía que si no puedes decir nada bueno mejor no digas nada”. Abuela Bouvier, no podías estar más equivocada. Si hay algo que me anime a levantarme de la cama cada mañana, aparte del desayuno, es echar pestes de cualquier tema de forma dramática. Porque para qué voy a hacerlo de forma sosegada y exponiendo unos argumentos sólidos, no. Lo mío es más de balbucear sin sentido, gesticular con el cuerpo entero y poner los ojos en blanco. Por ello, hoy quiero quejarme del personaje principal de una serie de Netflix estrenada a finales de 2019. Coged sitio y leed por qué Javier, protagonista de El vecino, me parece un mal vecino (valga la redundancia).


Si no sabéis de qué va El Vecino no pasa absolutamente nada porque aquí tenemos un análisis hecho por una de mis compañeras sobre todo lo que debéis saber. Esta serie costumbrista nos presenta nada más empezar el culo de Clara Lago y después su personaje en en sí. Que tambíen podría quejarme de esto pero sería demasiada bilis para tan poco texto.

Durante la conversación que mantienen ambos en el dormitorio vemos que a Lola le gusta su trabajo, tiene ambición por ser una mejor periodista, por querer dejar su huella en su ámbito profesional para luego enfocarnos a Javier y ver cómo está, literal y metafóricamente, pasando de su culo. En estos cinco minutos de reloj que llevamos de capítulo ya nos han mostrado con un sólo plano el personaje de Quim Gutiérrez, un joven que se la trae al pairo absolutamente todo.

Se la pela el trabajo de su novia, su negocio de camisetas y su puesto de camarero hasta tal punto de mentir constantemente para cubrirse las espaldas (que, a ver, siendo luego un superhéroe le viene un poco bien). Es curioso como en tan poco tiempo nos muestran cómo Lola, por instinto, se preocupa por simples desconocidos que viven a su alrededor pero, sin embargo, su novio es incapaz de retener en esa rizada cabeza de qué trata su próximo artículo durante tres segundos.

Javier no solo es un capullo integral con su novia, faltaría más, lo es hasta con su jefe. Y a ver, sí, todos hemos tenido a un superior que le poníamos la zancadilla al bajar las escaleras sin mucha maldad y que la gravedad hiciera el resto, pero aquí es distinto. Adolfo regenta el bar del barrio, donde los vecinos van a tomar el desayuno, comer, y ponerse ciegos a carajillos antes del mediodía. Lo que viene siendo un área de reunión que le da a la serie ese sentido de acercamiento, de hospitalidad (además del propio edificio de vecinos).

El jefe de Javier es un cacho de pan y ayuda a nuestro protagonista en lo que puede, desde días libres hasta poner en venta sus camisetas. ¿Y cómo se lo devuelve él?
Lo típico de te dan la mano y te muerden el brazo: llegando tarde a su horario, si es que llega, mintiendo como un bellaco y aprovechándose de las desgracias de Adolfo para sacar tajada.

Lo mismo ocurre con Jose Ramón, el chico nuevo que llega al bloque de Madrid para estudiar las oposiciones a juez. Este chaval sólo quiere vivir de forma tranquila, ponerse delante de su escritorio lleno de apuntes y empollar todo lo posible hasta el día siguiente. Pero su vida se ve truncada cuando por su ventana entra el culo volador de Quim Gutiérrez y le trastoca todos los planes.

JR aparece en escena con su relación sentimental un poco estancada, y gracias a los consejos de Julia, su compañera de piso, sale de ese estancamiento hacia algo más positivo hasta que Javier y su identidad secreta se pone de por medio. Si a esto le sumamos que en un hombro tenía a un diablo susurrando «mentir es muy fácil, yo lo hago constantemente» y en la otra un ángel que decía «no me vuelvas a mentir, las cosas hay que hablarlas y cómeme el coño», Jose Ramón inclina la balanza hacia lo primero, poniendo en juego su futuro y su relación por culpa de la mala influencia de su amigo y vecino Spiderman Titán.

Es increíble cómo en un edificio de vecinos compuestro entre un camello, gemelas ancianas, un padre que dibuja rabos en honor a su hijo muerto, una periodista y la policía
del karma el poder intergaláctico haya caído en el más cazurro, egoísta y pasota de todos.

En definitiva, Javier, además de un mal vecino, me parece un mal novio, un mal amigo y un mal todo.


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Rubén

Si no echo bilis y le saco puntilla a todo lo que veo no me quedo tranquilo. Dejo series a medias y no me arrepiento de nada. Comiquero, gamer y procrastinador a tiempo parcial.
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