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House of Cards (S1): Maldito Frank

“Abuelita, ¡pero qué voz tan ronca tienes!”

Caperucita Roja.

Dice Fernando Savater, en su libro “Malos y Malditos” que hay muchos tipos de malos, que hay adversarios y que, incluso hay hasta brujas. Dice que los malditos son los que quieren ser buenos, pero que acaban siendo todo lo contrario porque los demás no les ayudan, les rechazan o no les entienden, buenos con mala suerte. Lo de los malos, los auténticos, es otra historia, lo son porque quieren, podrían ser buenos, pero prefieren ser malos, abusar de los débiles y apoderarse de lo que les gusta sin respetar a nadie.

Artículo con spoilers…

De estos últimos, pensándolo tan fríamente como seguro que harían ellos, no se me vienen tantos nombres a la cabeza. Tony Soprano sería uno de ellos, y quizá un poco ajustado. El que se ajusta a la perfección, sin ninguna duda, no es otro que Frank Underwood.

Hablo de Frank sólo con el conocimiento que me ha dado de él la primera temporada. No sé más, y puede que alguna que otra predicción me salga mal, esperemos que no. Aviso, por otro lado, que a partir de este párrafo habrá muchos spoilers, intentaré que no demasiados, pero son inevitables. Tengo un último aviso, para todos aquellos que habéis pensado en Heisenberg como un auténtico malo, repensároslo. Personalmente creo que es más maldito que malo, a pesar de todas sus acciones y las consecuencias de las mismas.

Pero cómo diría aquél, yo he venido aquí a hablar de Frank Underwood, que con trece capítulos a la espalda, todavía no sé cómo no se le ha considerado el peor villano de nuestros tiempos. Sí, incluso por encima de Tony Soprano, incluso por encima de los Lannister. Por encima de todos.

Bien, la serie empieza con Frank Underwood, un diputado que parece que lo tiene todo ganado; habla al espectador, directamente, porque él se lo puede permitir y tiene tanta confianza en que la Secretaría de Estado es para él que cuando le traicionan, parece mentira. Tras los primeros cincuenta minutos de serie te das cuenta de lo que es, pero no lo asimilas hasta pasados los diez primeros capítulos: él mueve todos los hilos. Incluso los de la casualidad.

No sabes cuál es su plan aunque se pueda intuir, pero empieza a mover unos hilos tan finos que parece que no pertenezcan a la marioneta. Está claro que la ley de educación es para ganarse la confianza del Presidente. Y parece que sigue queriendo la Secretaría de Estado, hasta que se lo da a otra. Y aquí empieza el desconcierto. El mío, por lo menos, ¿qué es lo que quiere? Porque algo quiere y parece que Frank siempre consigue lo que quiere.

Nos da la primera pista: el actual Vicepresidente que aparece superando el ecuador de la temporada, como alguien ninguneado al que se dedican a pasear, es de Philadelphia, Pennsylvania. La mascota de Frank, Peter Russo, que parecía el chico de los recados sucios, empieza a tomar protagonismo, y en menos que escribo esto, se ha postulado para Gobernador y se ha curado de sus adicciones.

Y aquí, perdonadme el inciso, se dan uno de los momentos cumbres de la serie. Frank es el villano, el lobo feroz. Y Peter Russo bien podría ser el hermano pequeño de los Tres Cerditos o Caperucita Roja, quedémonos con la última. Sabemos que en este cuento, el lobo feroz se va a comer a Caperucita, lentamente, saboreándola, sin remordimientos. Y nos da igual, de hecho, queremos que eso suceda, queremos que Frank muerda a Caperucita Roja, después se dé un festín con los tres cerditos y, si me apuráis, que se coma a los siete cabritillos de postre. Queremos que el villano gane.

Yo, a estas alturas de la temporada, sigo desconcertada, ¿por qué? Puede que me haya perdido algún detalle, puede que no haya estado atenta, pero sigo sin ver claro lo que quiere Frank todavía. Hasta que, de repente, ahí está, una caperuza rija de un lado y la cabeza de la pobre niña que iba a ver a su abuelita enferma, en una bandeja. Y nosotros felices.

Quiere ser Vicepresidente para postularse en 2020 como Presidente. Linda Vasquez sólo nos confirma lo que nosotros habíamos adivinado hace capítulo y medio, pero necesitaba confirmarse. Y cuando lo asimilamos, la triada periodística, que aunque dando palos de ciego, se acerca a la verdad, también lo descubre. Así acaba la temporada, no nos han hecho sufrir mucho, ni siquiera en un último capítulo donde parece que las cosas se complican algo. Y es que, Frank consigue siempre lo que quiere, pero, ¿a costa de qué?

Frank consigue lo que quiere a costa de lo que sea, incluso pasando por encima del amor de su vida, según nos cuenta él. Es fascinante cómo no se ha erigido el mayor hijo de puta de nuestros tiempos, con permiso de Tony Soprano. Y digo de nuestros tiempos y no me olvido de Heisenberg, tranquilos. Utiliza a su mujer, a pesar de que parece que tienen un pacto silencioso de no hacerlo; juega con las vidas de los demás, de tal manera, que le da igual sacar a un hombre del alcoholismo para luego volverlo a reenganchar. No le importa nada, sólo su meta. Heisenberg cometió el error de engañarse a sí mismo, diciéndose que todo lo que hacía lo hacía para darle a su familia una vida mejor. Frank no, Frank es un hombre sin escrúpulos.

Y con todo lo que ha hecho, seguimos queriendo que el Lobo Feroz gane, y que sea Vicepresidente para poder verle en la mesa del Presidente de los Estados Unidos. Porque nos cae bien, yo me he alegrado cuando finge esa sorpresa al ser postulado para el cargo del vicepresidente. Y todos lo hemos hecho. Queremos que gane a pesar de todo. Queremos que gane por encima de Zoe, incluso por encima de la propia Claire. No creo que haya sido la única en enfadarse con ella cuando decidió traicionarle con los votos de la ley de Russo.

Deberíamos odiarle y no lo hacemos, ha asesinado en su propio beneficio, pero no le odiamos. Nos cae bien, porque es un hombre inteligente, hasta tal punto, que para no perder a su mujer deja que se vaya de vez en cuando con otro que no sea él. La relación de Claire y Frank es como este último, inusual pero fascina, por lo menos a mí.

Por último, no podía faltar la bruja. Pero no la de Blancanieves, con verruga en la nariz incluida. No. Aquí tratamos con una bruja, que si bien no tiene poderes mágicos como en Macbeth, tiene otros que son más efectivos. Claire también es villana de este cuento, de momento, en apoyo a su marido, pero me atrevo a decir que tiene sus propios objetivos. Sí que hay que concederle algo más de humanidad a Claire, quizá en el matrimonio ella se ha quedado con esa parte, la misma que la obliga a hacerse la tonta con lo que le pasa a Russo, por ejemplo.

Por Sandra Herranz Casas (Twitter: @Sandiamonds)


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